Nombrándose a sí mismo jefe de Estado, Mao Zedong, revolucionario comunista, proclama oficialmente la existencia de la República Popular de China; Zhou Enlai es nombrado primer ministro. La proclamación fue el clímax de años de batalla entre las fuerzas comunistas de Mao y el régimen del líder nacionalista chino Chiang Kai-Shek, que había sido apoyado con dinero y armas por el gobierno estadounidense. La pérdida de China, la nación más grande de Asia, al comunismo fue un duro golpe para los Estados Unidos, que todavía se tambaleaba por la detonación de un dispositivo nuclear por parte de la Unión Soviética un mes antes.
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Funcionarios del Departamento de Estado en la administración del presidente Harry S. Truman trataron de preparar al público estadounidense para lo peor cuando publicaron un «libro blanco» en agosto de 1949. El informe argumentaba que el régimen de Chiang era tan corrupto, ineficiente e impopular que ninguna cantidad de ayuda estadounidense podía salvarlo. Sin embargo, la victoria comunista en China provocó una ola de críticas de los republicanos que acusaron a la administración Truman de haber perdido a China por un mal manejo de la situación. Otros republicanos, en particular el senador Joseph McCarthy, fueron más allá, afirmando que el Departamento de Estado se había vuelto «blando» con el comunismo; más imprudentemente, McCarthy sugirió que había simpatizantes procomunistas en el departamento.
Los Estados Unidos retuvieron el reconocimiento del nuevo gobierno comunista en China. El estallido de la Guerra de Corea en 1950, durante la cual China comunista y Estados Unidos las fuerzas lucharon, abrieron una brecha aún más profunda entre las dos naciones. En los años siguientes, el continuo apoyo de Estados Unidos a la República China de Chiang, que se había establecido en la isla de Taiwán, y la negativa a sentar a la República Popular China en las Naciones Unidas hicieron imposibles las relaciones diplomáticas. El presidente Richard Nixon rompió el callejón sin salida con su impresionante visita a la China comunista en febrero de 1972. Los Estados Unidos extendieron el reconocimiento diplomático formal en 1979.