El 12 de diciembre de 1963, Kenia declara su independencia de Gran Bretaña. La nación de África oriental está liberada de sus opresores coloniales, pero su lucha por la democracia está lejos de terminar.
Una década antes, en 1952, una rebelión conocida como el Levantamiento Mau Mau había sacudido la colonia británica. Los británicos no solo gastaron un estimado de £55 millones para reprimir el levantamiento, sino que también llevaron a cabo masacres de civiles, obligaron a varios cientos de miles de kenianos a campos de concentración y suspendieron las libertades civiles en algunas ciudades. La guerra terminó con el encarcelamiento y la ejecución de muchos de los rebeldes, pero los británicos también entendieron que las cosas habían cambiado permanentemente. El gobierno colonial introdujo reformas que facilitaron a los kenianos la posesión de tierras y el cultivo de café, un importante cultivo comercial anteriormente reservado para los colonos europeos. A los kenianos se les permitió ser elegidos para el Consejo Legislativo a partir de 1957. Con movimientos nacionalistas que se extendían por todo el continente y con Gran Bretaña ya no capaz financiera o militarmente de sostener su imperio, el gobierno británico y los representantes del movimiento de independencia de Kenia se reunieron en 1960 para negociar la independencia.
El acuerdo preveía un Consejo Legislativo de 66 escaños, con 33 escaños reservados para los kenianos negros y 20 para otros grupos étnicos. Jomo Kenyatta, un ex líder de la Unión Nacional Africana de Kenia a quien los británicos habían encarcelado por cargos falsos después del Levantamiento de Mau Mau, juró como Primer Ministro de Kenia el 1 de junio de 1963, en preparación para la transición a la independencia. La bandera de la nueva nación se inspiró en la de la Unión y presentaba un escudo Masai en su centro.
Los problemas de Kenia no terminaron con la independencia. Los combates con rebeldes somalíes en el norte continuaron desde la independencia hasta 1969, y Kenyatta instituyó un gobierno de partido único, liderando un gobierno corrupto y autocrático hasta su muerte en 1978. Las preguntas sobre la imparcialidad de sus elecciones siguen plagando al país, que instituyó una nueva constitución en 2010. El hijo de Kenyatta, Uhuru, ha sido presidente desde 2013.