La codicia es el deseo o apetito ansioso y excesivo de poseer bienes y riquezas materiales.
Inclinación excesiva a favor de la posesión de riquezas materiales que se desentiende del bien común y hará lo que sea para lograrlas
A la persona que manifiesta esta tendencia se la denomina codicioso/a.
Debemos destacar que la codicia es una inclinación absolutamente negativa y desordenada ya que tiene como finalidad el beneficio personal y normalmente en contra del prójimo, es decir, en ese deseo desmedido por lograr más y más bienes materiales no importa si se está lastimando o afectando a otro, lo que manda es conseguir el dinero o el bien material en cuestión, no pensar en el resto de los seres humanos, ni siquiera en la forma en que se los obtenga, si hay perjuicio y daño a un tercero lo habrá, porque la finalidad así lo impone.
En aquella persona que hay codicia hay una absoluta falta de solidaridad y de interés por las necesidades que pueden tener los otros, especialmente los pobres. No existe ningún tipo de sensibilidad por ellos, por saber que la pasan mal y necesitan de una ayuda caritativa.
Al codicioso no le importa en lo más mínimo que su riqueza se construya sobre la base de la pobreza y la desventura de otros, porque no tiene ni un mínimo de caridad o sentir social.
Por caso, cuando una persona con este perfil se encuentra ocupando un cargo político importante del que depende el bienestar de una nación es un flagelo, porque el codicioso no repara jamás en procurar que quienes lo rodean estén bien y no pasen necesidades.
La psicología considera que es una perturbación mental que anula capacidad de ver las necesidades de los otros
La psicología encuadra a la codicia en las perturbaciones mentales que anulan la capacidad de ver la necesidad de los otros.
Y lo más importante y dañino para quien la padece es que jamás encuentra la satisfacción, siempre querrá más y más.
Su afán no tiene techo.
Asociación con la avaricia y diferencia con ella
Íntimamente vinculado al término de avaricia, que es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas, la codicia, se diferenciará de ésta ya que la codicia si bien supone como la avaricia el afán excesivo de riquezas no presenta la voluntad de atesorar a las mismas como sí ocurre con la avaricia.
Porque quien es avaro pretenderá acumular bienes y riquezas de todo tipo y jamás estará dispuesto a gastarlas o compartirlas con otro, en cambio, puede darse que el codicioso que se desvive por lograr mucho dinero, una vez que lo obtenga sí lo comparta con aquellos seres más queridos, por ejemplo, sus padres, su esposa, sus hijos, entre otros, o se dedique a gastarlo para sí.
La religión cristiana la considera un pecado y un vicio
Desde el punto de vista de la religión cristiana, la codicia está vista como un pecado y como un vicio, ya que se ubica del lado contrario a lo lícito y lo moralmente aceptable. Porque asociar el placer y la felicidad con un objeto material, en definitivas cuentas, no solo impedirá el pleno desarrollo como persona del individuo sino que además lo alejará ciertamente de la dimensión espiritual que toda religión exige, y lo alejará de cuestiones tan relevantes para la religión como la justicia y la caridad.
Quien es codicioso no reparará en ningún límite moral o legal para conseguir aquello que quiere: riquezas y más riquezas. Si hay que perjudicar a alguien, traicionar, engañar, cometer un fraude, ser desleal, o directamente lastimar, lo hará sin problemas ni remordimientos.
La codicia existe desde que el hombre puso un pie en este mundo, sin embargo, con el avance del sistema capitalista y la imposición de una sociedad híper consumista, la codicia se ha agravado, ya que se considera y asocia al progreso directamente con la consecución de conquistas materiales.